A eso del minuto 97, de los 181 que dura Open Jaime, estuve a punto de largarme. Salir a la calle Martín de los Heros a respirar, a relajar un cerebro atosigado de DIÁLOGOS SIN FIN, con personajes que te parecen todos uno, con nombres que no acabas de identificar y una trama que tampoco entiendes bien.
Pero el tema de fondo me seguía atrayendo. Gente creando la BOMBA ATÓMICA, es decir, avanzando hacia la creación del mayor monstruo jamás creado por el hombre para el evento más destructivo de todo el siglo XX y de toda la historia.
¿Por qué no conocíamos más al tal Oppenheimer, padre de la bomba atómica? Otra de tantas lagunas en este mundo contaminado por el ruido. Así que gracias a don Christopher Nolan por retratarle con tanta agudeza en esta peli excesiva (la actuación de Cillian Murphy es de Oscar directo, que se dejen de nominaciones) a la que quizá sobre una hora, aunque lo monumental del hecho histórico justifica el exceso.
O un relajar los diálogos. ¡Menuda cháchara! Hombres fumando, hombres acusándose, hombres en blanco y negro, hombres en comisiones de investigación, algunos hombres serios.
Luego resulta que está tan bien llevada la dirección artística que daría igual que fuera un biopic sobre el inventor del puzle en 3D que la veríamos con las mismas ganas.
O que quizá ese sonido de tensión constante, como un especial elecciones dirigido por FERRERAS, te lleva en volandas.
Y momentos estelares como las pruebas en Los Álamos y, eso, la recreación de la historia y del suceso quizá más importante de la historia.
Y las ligazones con el comunismo, macartismo y la obsesión yanki por neutralizar todo aquello.
A pesar del aparente caos, del exceso y de cierto flipe, me alegro de haberla visto.
Es el origen de la HIBRIS moderna, el mayor acto prometeico de la historia. Y estamos pagando por ello, porque esa detonación supuso el principio del fin, a no ser que viremos el rumbo.