Anoche me leí de una tacada el segundo poemario de Daniel Ramirez García-Mina. Creo que no está bien leer poesía así, del tirón, pero había algo adictivo en cada poema que me hacía seguir y seguir. Además, Dani busca una ligereza que se agradece. Es de la escuela, bendita escuela, de la poesía que se entiende, y de la que busca llegar al corazón, no a otro órgano recóndito, ni a una víscera aún innominada por las ciencias de la anatomía más profunda.
‘Tus canciones y las mías’ (@aguilarlibros_) es un poemario fresco, luminoso, que encara la vida con esperanza y sin el aliento quejumbroso de sus contemporáneos.
Ese es otro de los elementos peculiares que me gustan de Dani; a diferencia de sus colegas de la generación Z, él apuesta por la vía más alegre y no oculta su tendencia a mirar al pasado, admirarlo incluso.
Citando al José Luis Garci a quien tuvo la suerte de entrevistar (como a otros tantos; si aún no te ha entrevistado Daniel, preocúpate), el autor de ‘Tus canciones y las mías’ reconoce que más que mundo interior, tiene mundo anterior.
A pesar de estar aún en el primer tercio de este partido de 90 minutos, sin descanso, que es la vida, Dani aprecia ya el valor de la «vida menuda». Quizá es porque, a diferencia también los ‘zilénials’ que le rondan, Dani al fin habla con Dios y está a la altura de los que ama. Y canta que la vida no acaba.
No lo dice él, sino sus versos.