El realismo majico de Javier Divisa

No sabía qué era ASTAROTH, el concepto, hasta hace un minuto. Wikipedia nos recuerda que «en demonología, es el Gran Duque del Infierno en la primera jerarquía con Belcebú y Lucifer; él es parte de la trinidad maligna».

Jimena tiene un máster en desengaños y Javier Divisa, autor de la cosa, uno en demonología. Sólo él podía ostentar ese título diabólico (es un decir) y escribir un libro como ‘Astaroth’.

Fue el único que me llevé este verano en una ruta entre Santa María la Real de Nieva y Coca. Quizá por su formato manejable ligero, ideal para calzarlo en la impedimenta de turno.

Así que no sé si me gustó tanto por esa falta de libros competidores y por leerlo nada más levantarme en la campiña segoviana, bajo un silencio amable de principios de julio y el verano por delante, o por qué.

Quizá porque me sorprendió un relato más amable de lo que el demoníaco Divisa se muestra en redes (¿quién no lo ha silenciado algún día que otro, tras ese su inquebrantable ejercicio diario de no dejar títere con cabeza? [Sí tú también puedes ser su títere decapitado. Ese es su encanto]).

Porque ASTAROTH, el libro, decía, muestra una colección de personajes desde una mirada nostálgica, con un tono que recuerda a un Landero con más pimienta, a un Eduardo Mendoza más simpaticorro y a un Juan Marsé menos insoportable que el de ‘Si te dicen que caí’ (lo siento, no pude). A un Umbral que no quiere ser Umbral todo el rato: un ser de cercanías (que no Rodalies).

En ASTAROTH, Divisa, el quinto Beatle de la nueva jerarquía maligna de las redes sociales, se muestra en cambio menos incisivo. Empático con los personajes. Si no le fuera a molestar, diría que se presenta incluso ¡poético!

¡Don Javier!

Hay muertes, sí. Vemos una tensión tanática, o como se diga, fuerte en estas páginas. Muertes por asfixia producto de un bocadillo de calamares, por ejemplo. Hay accidentes medievales. Hay herpes genitales y clamidias. Hay saltos por el balcón para caer en funestos naranjos, como antesala de Magaluf.

Hay guiños o metaguiños de roman à clef, como lo del Partido Rural de la España Vaciada de Astaroth, ese pueblo de verano que podría ser una sublimación de todos los navalmorales de la mata del mundo.

Hay, sí, un eco lejano, lo siento, Javier, a García Márquez. Un Gabo castizo, que no lleva guayabera sino lo que se lleve en Astaroth y teme el poder mortífero de la grasa de un calamar refrito.

Hay un realismo majico. Eso es. Ahí queda, acuñada para los restos, la etiqueta que abanderará Javier Divisa, mucho más escritor de lo que pensaban algunos. Así lo demuestra ASTAROTH, editado por Mrs. Danvers.

Y si queréis saber más, lo compráis y lo leéis. Ea.

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