A propósito de un reportaje sobre el peso literario de Madrid, contacté con diversos protagonistas del sector editorial. Sus respuestas, siempre enriquecedoras, tuvieron que ser recortadas por cuestiones de espacio, por lo que las reproduzco íntegramente por aquí.
Jimina Sabadú (Madrid, 1981) es escritora y guionista. Su tercera novela se llama ‘Las palmeras’ (Algaida, 2020). En 2010, ganó el premio Lengua de Trapo con ‘Celacanto’.
E. L.
En ‘Las palmeras’, Madrid es un lugar del que huir. ¿Crees que con pandemias, ayusos, contaminación, alquileres imposibles y demás, se está convirtiendo en una plaza tan dura que acaba siendo rechazada por los escritores jóvenes?
Mucha gente se va si no puede pagarse un zulo en el distrito centro. El placer que provoca vivir en un cubo con gritos, pis, y borrachos dando la turra me es ajeno. Imagino que hay muchos escritores que hacen vida de escritor: alternan, hablan, van al acústico de no sé quién y a un spoken word en algún lugar donde dan tostas de salmón y hay una máquina de escribir y un sombrerete a modo de atrezzo. Hay muchos sitios en Madrid. Pero si hay escritores procuro no ir. Es que no me gusta que me hablen con cara de asco.
¿Consideras que aquel consejo que dio Baroja a un joven escritor (lo de “póngase usted a la cola”) tiene sentido en 2021?
Pobre don Pío. Si lo dijo en torno a 1870, creo que a los cien años el consejo ha caducado. He leído un debut este año que ha sido, junto con la novela de Bofill jr. (que he terminado hoy) lo peor que ha desfilado jamás delante de mis ojos. Hace unos diez años le dieron una doble página en El País a un escritor muy joven cuya novela era… en fin, una novela por los pelos. El negocio de los libros (que no la literatura) es exiguo y no sé si llamarle siquiera negocio, pero prima más el molar que el escribir. Si es usted un joven escritor que no mola demasiado más le vale que su novela sea muy, muy buena. Si es usted un escritor malo con avaricia pero tiene su toquecito swag, tranquilo que le editarán y la sacarán en todos lados. Eso sí, sólo una vez. Después Madrid le escupirá de vuelta a su ciudad natal. Y así hasta el siguiente. Mi consejo es que si vienes a Madrid seas poeta. Eso sí, no arruines fiestas ajenas poníendote a recitar, que bastante desgracia tenemos ya encima.
De no haber nacido en Madrid, ¿te habrías venido con la clásica maleta llena de sueños (jajaja, perdona por la cursilada tipo Carlos del Amor) desde tu remoto lugar de origen?
Creo que si mis circunstancias hubieran sido ligeramente distintas, estaría o muerta o en la calle.
¿Qué relación literaria tienes con Madrid? ¿Te parece que sigue teniendo fuerza inspiradora o que se va reblandeciendo como sus barrios gentríficados y cuquis?
A mí siempre me ha inspirado y nunca se me acaba. Los barrios gentrificados o en proceso de me aburren un poco. Ahora no puedo casi pisar Malasaña porque lo asocio con una depresión severa de la que casi he salido. Me gustan mucho los bares de copas y escribo y leo mucho en ellos. Salgo (salía) sola varios días en semana y siempre pasan cosas. La verdad es que me parece que el mundo está lleno de gente deseando ser escuchada. Aunque gente dispuesta a escuchar hay muy poca. Por eso se escriben más libros de los que se leen. He descubierto un bar increíble hace poco. Es el lugar más interesante que he pisado en años. No se lo he contado más que a mi pareja y a tres amigos.
Predijiste la pandemia (El Brote) en tu última novela. ¿Qué predicción haces del Madrid del siglo XXI? ¿Moriremos todos? ¿Se quedará vacío? ¿Se llenará la España vacía? ¿El Madrid vacío? ¿Se convertirá en un nuevo Londres o París? ¿Surgirá una nueva movida, una nueva generación, un nuevo Umbral, un nuevo boom, o, en tiempos ‘tele’ se acabará con aquello de ir a un sitio a convertirse en alguien? ¿La fama ha muerto?
No soy muy optimista, y voy a decir algo que sacado de contexto suena terrible (quizás lo sea) pero creo que como especie tal vez el covid nos salve. Como seres humanos el covid acabará con nosotros. No nos ha unido; nos ha hecho peores personas. La España vaciada no se llenará porque los que fantasean con irse a un pueblo no han visto uno ni en una postal. ¿Qué esperan, que el dealer haga la ruta? Si la pirámide poblacional sigue así, los viejos del futuro seremos el peor enemigo de la sociedad. Nos odiarán. La generación que empieza ahora la adolescencia no tiene siquiera el mismo concepto de intimidad que nosotros. Nuestra cultura va a ser sustituida por otra, pero no sé por cuál. Dudo mucho que Soros ande pagando pateras para que nos invadan desde el Magreb (como sostienen VOX y allegados), pero nuestra cultura se acaba en nosotros, que nunca seremos adultos completos porque para ser adulto completo hace falta independencia económica, y eso no se consigue si tienes treinta años y necesitas que te ayuden tus padres para llegar a fin de mes.
O gana el liberalismo salvaje y nos barre a todos, o gana alguna cultura ultraconservadora y nos barre a todos.
Somos ya sombras. Sombras y tardeo de juernes. Pero luego leo a Joyce y se me pasa.